No hay placer que sea malo en sí mismo. Epicuro 341-270 a.c. Homo sum: humani nihil a me alienum puto

lunes, 17 de octubre de 2011

PSICOLOGIA DEL BDSM pagina 7

 Los juicios sobre estos son divergentes: algunos los combaten furiosamente; otros (especialmente en América) sostienen que ciertos escritos, ciertas representaciones constituyen una utilísima válvula de escape. Nosotros no somos de este parecer, sobre la base de innumerables observaciones hemos podido establecer que un carácter fuerte puede afrontar determinados fragmentos y determinadas escenas sin sufrir daño por los mismos estímulos.

Tomemos. Por ejemplo una película en que eran presentadas escenas de mujeres sometidas a tortura. Por dicha película al menos tres personas fueron inducidas en una gran ciudad a cometer crímenes de naturaleza imaginable. De cien espectadores treinta y dos admitieron haber sido impulsados a fantasías de carácter sado-masoquistas. Este último fenómeno no es tan grave como podría parecer, ya que pequeños estímulos para tales fantasías pueden recogerse por doquier, incluso de los pormenores de una imagen  inocente de por si. Esos tres primeros casos preocupan: considérese que ni siquiera las películas catalogadas por una Cervera crítica como <<abiertamente erótica>> han tenido consecuencias de esta índole.
Tenemos finalmente, casos de personas con lazos sentimentales en que el sadismo no se presenta necesariamente con rasgos de una perversión sexual. Consideramos a los cónyuges de dos pacientes (que llamaremos A y B) de un especialista y resumamos sus declaraciones:

A: <<Mi marido se me echa encima por cualquier pequeña distracción, ya porque dejé cocer ligeramente más de la cuenta el asado; ya por que haya olvidado ponerle un botón en la chaqueta, y no solo esto; parece como si buscara continuamente el más mínimo fallo para regañarme: y que me humilla tanto delante de los niños como en publico.>>

B: <<Mi esposo tiene siempre que decir algo sobre muchísimas cosas. Además de ser celosísimo, no se limita a hacerme observaciones, a criticarme, sino que se enzarza en una verdadera discusión, tratando de convencerme de que su punto de vista es el justo. No sirve de nada admitirlo por amor a la paz: también en este caso se enfurece, acusándome de querer eludir el exagente de los hechos, y vuelve a la carga hasta crear una tensión insoportable. >>

El marido de la paciente A es, sin duda un sádico mental; el esposo de la paciente B, un sado-masoquista mental,  o sea, un individuo que goza atormentado tanto a la persona querida como atormentadose a si mismo.

No sabemos si estas actitudes han echado raíces en el campo sexual y hasta que punto lo han hecho. Lo cierto es que el comportamiento de los responsables de estos ejemplos causó la rotura de las relaciones con sus respectivos cónyuges y condujo a las mujeres, victimas de trastornos nerviosos, a un psiquiatra. Las uniones con individuos de esta índole acaban siempre en fracaso.
Por desgracia, en este sentido son numerosos los matrimonios que se llevan mal: durante el noviazgo, las desviaciones que acabamos de exponer si se traslucen, son consideradas, a lo sumo, como un rasgo negativo de un carácter que creemos poder modificar. 

El sadismo, el sado-masoquismo (e incluso el masoquismo) mentales, son por el contrario muy difícil de desarraigar; el que está afectado no llega a convencerse de que es un anormal, que hay que curar tanto por el bien propio como por el de los demás. Pruebe usted  a hablarle de un psicoanalista y se subirá por las paredes, como si le hubiera propuesto el internamiento en un clínica para enfermos mentales; sin comprender que si tuviese la voluntad de someterse a un tratamiento adecuado y colaborar con el especialista, alcanzaría un serenidad y una confianza en si mismo jamás conocida y vería abrírsele, incluso en el terreno del amor. Horizontes insospechados.

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