<<tengo diecisiete años
y debería ser feliz, porque no me falta nada de cuanto pueda dar la felicidad.
Mis compañeras me envidian mi elegancia, mis posibilidades económicas, creen
que mi vida es un paraíso. ¡si supieran lo que se esconde bajo mi sonrisa!
Tengo una madre que, aun contentándome de todo, a la mas mínima falta, más aún,
a su capricho, me azota; vivo con la mente poblada de pesadillas, con frecuencia, por la noche me despierto
gritando: “¡basta, mamá, basta!”>>
Las manifestaciones del sadismo son tan numerosas, tan
variadas que es prácticamente imposible dar una relación de ellas, de la misma
forma que no podemos determinar hasta que punto repercuten directamente en el
campo sexual. Va desde eso que los psicólogos llaman <<sadismo del
pedagogo>> (el castigo metódico a latigazos o bastonazos)

Hay quien maltrata a un perro
o a un caballo por crueldad >pura>, y
quien al hacerlo saca de ello torpes sensaciones inconcebibles para un
hombre normal; hay quien asiste a una corrida
de toros, a un combate de lucha libre o boxeo
con objeto de desahogar, por transposición,
la propia agresividad sobre un plano extraño al sexo, y quien, por el contrario, se excita de otro
modo en estos espectáculos.
Si hubiésemos vivido en el tiempo en que las ejecuciones
capitales se realizaban en público, nuestros amigos del deporte violento
habrían corrido en masa a los pies de los patíbulos, habrían formado parte de
lesa multitud que tan eficazmente nos pinta Bloch en su historia de las
costumbres inglesas.
<<Muchos días antes –escribe el especialista—eran
reservados los puestos, como para una riña de gallos o un combate de boxeo. No
pasaba mes sin que tuviera lugar una ejecución en Tyburn (1). En muchos casos; quince personas a la vez eran
entregadas en manos del verdugo, y en tales ocasiones se congregaba un gentío
enorme. Lady Hamilton (2) se “divertía” particularmente asistiendo a las
ejecuciones que tenían lugar en Nápoles.
Tacheray escribió:
<<Hace un siglo la
gente corría a centenares a asistir al tránsito extremo de un condenado. Y a
mofarse de él. Swift se reía con frecuencia de ellos, y Gray se inspiró en
estos espectáculos para una de sus alegres baladas. >>. Según las teorías de la mayor parte de modernos
psicólogos, en cada uno de nosotros hay
una buena dosis de sadismo que, por fortuna se encuentra con frecuencia un
desahogo mental. Es el sadismo del que se siente atraído por las memorias de los condenados a muerte, por la
descripción de ejecuciones, asesinados,
suicidios, el sadismo sobre el que especulan los editores de las
<<novelas de terror>> y los productores de las películas
alucinantes.
(1) Londres. (N. del A.)
(2) La famosa amante de
Nelson, que tanto influyo en la corte partenopea. (N. del A.)
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