El dolor no es más que otra sensación del propio cuerpo al
igual que las cosquillas, o el placer, esta reacción que tenemos circula por
las mismas terminaciones nerviosas y altera nuestro estado de ánimo de una
forma u otra según el tipo y la causa.
El dolor
que en un principio es una señar de alerta, para avisarnos de que algo no está funcionando bien o que nuestro cuerpo o mente están siendo agredido, también
puede producirnos placeres o intensificar otros que de otra manera se quedarían
incompletos, quien no ha disfrutado alguna vez de una cachetada en las nalgas, o
se ha reído a carcajadas cuando nos han hecho cosquillas aunque nos doliera.
La fina
línea que separa el placer del dolor, muchas veces es de lo más difuso,
llegando a veces a fundirse en sólo un sentimiento, los dolores de diferentes
índoles sufridos durante las relaciones carnales muchos nos reportan placeres
deliciosos, que intensifican la perfección de los sentidos, pero también hay
que hablar de los dolores mentales, de aquellos que remueven nuestra
conciencia, que alteran nuestros sentimientos y se hacen físicos, hay muchas
maneras de llegar al dolor físico y otras tantas para el dolor mental, todas
ellas produciendo unas u otras reacciones que bien dirigidos se convierten en
experiencias inolvidables, no hay que menospreciar la sensación de miedo, pues
el miedo llevado a buen destino y convertido luego en una sensación placentera,
cala en nuestra mente de sorprendente forma afianzando lazos hacia la persona
que nos lo ha inflingido. (Esta es sin
duda una de las formas sofisticadas, por lo cual se puede enganchar a una
pareja y más efectiva que muchas otras usadas para este fin, para lograr este
objetivo hay que llevar a la persona a un estado que le produzca miedo, y luego
resolverlo de forma satisfactoria y placentera, éste es el punto principal y
que hay que currarse bien, pues como consecuencia a la persona que se le ha
producido el miedo y luego resuelto, asimilará éste recuerdo de forma positiva
y hacia el que se lo haya producido, es un sistema que da muy buen resultado
cuando se ejecuta bien).
Cuando se utiliza el dolor como
un fin para conseguir enganchar mentalmente, es necesario que al igual que el
miedo concluya de forma satisfactoria y placentera, en este punto también hay
que hilar fino para que el cometido se cumpla, acabando en estados placenteros
y o de cariño.
Por el
mismo lado cuado se utiliza el dolor mental, la conclusión ha de ser la misma
para que el resultado sea provecho, las técnicas empleadas para este fin han de
concluir placenteramente, a razón de 5 a 1, de esta forma en gran medida se asegura
el éxito de la empresa.
Y que hay
de la otra parte, bueno en este punto se puede decir que enfrentados a una
situación donde no se tiene el control del desarrollo de la misma, que además
de antemano se sabe que vamos a pasar dolor y miedo, pero que también vamos a
sentir placer, que este placer va a ser intenso, tanto físico como mental,
también sabemos que vamos a estar en posturas humillantes a veces, otras
morbosas y otras impúdicas además de
vergonzosas, pero también que después nos sentiremos satisfechos,
realizados, reconocidos y muy
posiblemente queridos. Todos estos unidos, hace que nuestro cerebro, y todo
nuestro ser se presente dispuesto, además de sumisos ante todas estas
sensaciones, que son de lo más deseadas y morbosas.
Queda
entonces hablar de la intensidad, pues todo lo antes expuesto bien puede ser
muy suave, pero por este lado también sabemos, que cuanto más sube la
intensidad del dolor al mismo tiempo también se multiplican todas las otras
sensaciones, y esto no sólo se aplica al plano físico, sino también al mental, tomo
así la frase amores que matan nunca mueren, Para desarrollar este apartado
diciendo que cuánto más intenso y más duela, también más placer y más
sentimiento.
Y concluyo
de esta forma, deseándoos que en este día de San Valentín todos vuestros dolores acaben siendo
placenteros.