No hay placer que sea malo en sí mismo. Epicuro 341-270 a.c. Homo sum: humani nihil a me alienum puto

lunes, 31 de enero de 2011

MATAR LA INOCENCIA


Mataremos la inocencia esperando al momento privado, dejaremos las buenas formas sacrificadas al descontrol y al vicio, sintiéndonos inundados de adrenalina antes del crítico momento.

         Será un incontrolable temporal de emociones, arrastrados a la fuerza hacia una existencia efímera, atrás quedará el propio mundo en ese momento en que nos perdamos de nosotros.

         Abandonado el cuerpo a su suerte, para sentir que la mente se escapa, despojados de todo la piel desnuda, sentir el arder y el frío de la carne abierta, el aire abandonado desde lo más profundo, mientras el alma se arrastra fuera del propio cuerpo en ese intento inútil de huir del momento.

         O maravilloso encuentro, grito apagado y sufrimiento. Mordaza y cuerpo impúdicamente expuesto, cuerdas mordiendo la piel y fuego, abandonado por inútil el instinto de huir, voz tajante y firme, a donde irán las lágrimas que no estremecen, los quejidos que no hacen mella, las gotas de rocío de los instintos desatados, cálidas al principio heladas según discurren por los muslos. Océanos de sensaciones desde los pies a la nuca, por ese placer confuso.

         Que pensarán los puros si nos vieran, en el momento de máxima expresión de esto que es nuestro, que sentirán los que quieran probar y no se atrevan, han de matar antes la inocencia, dejarla asfixiar en sus perjuicios, apuñalada por la vergüenza, desangrada de pudor, tirada y abandonada en un rincón húmedo y oscuro. Entonces ahí, con la inocencia muerta y enterrada, un paso precederá al siguiente y de ese siguiente otro más hacia el abismo y cuanto más profundo más nuestro y cuanto más nuestro más libre y cuanto más libre más luz y explotará mente y cuerpo a la pasión desatada y el viaje ya no tendrá retorno.

         Y así hallarás tu cuerpo desnudo, fatigado y exhausto de placeres, dolorido y deliciosamente humillado, usado y entregado,  sudoroso y muy posiblemente manchado, no descarto que en algunas partes colorado, igual marcado y sin duda extasiado.

         El retorno será progresivo,  el recuerdo prolongado y el volver deseado. Ya muerta la inocencia todo habrá cambiado y un nuevo edén encontrado, el circo del morbo abrirá sus puertas y en el centro de la pista nos veremos arrojados, nuevamente temerosos, agitados y excitados, desnudos y de nosotros mismos abandonados, sacrificados al placer y al vicio, nuevamente entregados, maravillosamente liberados.